Una bitácora de las vivencias de esta veinteañera que dejó su país para vivir en los más profundo del Sur.
jueves, 25 de diciembre de 2008
¿Y si me lo regalas?
jueves, 18 de diciembre de 2008
Se lo diré a tu mamá
Cuando me di cuenta que Carmelo no era un romántico empedernido sino un psicótico no medicado empecé a marcar distancia de él. Cada vez que me llamaba me hacía la ocupada, nunca podía. Casualmente tenía un parcial complicadísimo con un profesor CDM y no podía darme el lujo de salir a comer o cualquier cosa con él, pero Carmelo siempre encontraba una solución y terminaba por aparecerse en mi casa con tres pizzas gigantes, dos kilos de café, tres coca cola familiares y un cartón de cigarros. Todo para que mis amigas y yo tuviésemos todo a la mano y estudiáramos tranquilas. Así que a pesar de no tener ningún parcial, terminaba estudiando historia de la cultura un viernes en la noche.
En vista de que él no se daba cuenta de que mis ocupaciones y preocupaciones empezaban cada vez que llamaba, me puse más dura y ácida. Si me llamaba y estaba en casa rascándome la barriga, le contestaba con voz de recién levantada y como sabía que odio que me despierten me ofrecía disculpas y me decía: sigue durmiendo, pequeña. Esa estrategia funcionó hasta que él empezó a preocuparse por la cantidad de horas que dormía y por cómo eso afectaría mi rendimiento académico, por lo cual decidió llamar a mi mamá, quien vivía para ese momento a 8 horas mi casa, para comentarle su preocupación por mí. No estoy mintiendo, eso sucedió. Llamó a mi mamá ¡MI MAMÁ!
El resultado de esa conversación entre mi mamá y Carmelo fue que ella me llamara histérica.
Mamá
(Con voz de persona muy molesta, mejor dicho arrecha)
Me acaba de llamar Carmelo
YO
(Aturdida)
¿Cómo? ¿Cómo para qué te llamó?
Mamá
(Más alterada)
Como para joderme en hora de trabajo.
YO
(Aturdidísima)
¿AH?
Mamá
(Gritando)
Mira Bea, a mí me importa poco la cantidad de horas que duermes, porque bla bla bla
YO
(Interrumpiéndola)
¿Horas que duermo? ¿Qué te pasa, mamá? ¿Estás loca?
Mamá
(Si me hubiese tenido enfrente este blog no existiera)
¿Loca? Loco está el HDP de Carmelo que me sacó de una reunión de trabajo para contarme que estaba preocupado por ti. Te repito NO ME IMPORTAAAAAAA
YO
(Avergonzada)
Mamá, de verdad no sé qué decirte. Lo que pasa es que él me llama a cada rato y siempre le digo que estoy durmiendo.
Mamá
(Susurrando en el teléfono)
Te repito que no me importa con qué clase de loco decidiste empezar a salir. Lo único que te pido es que le digas a Carmelo que a tu madre no le importa ¿Me entiendes? No le importa nada de lo que él tiene que decir. Es más dile que me cae mal, que lo quiero matar, que es un loco de mierda.
YO
(Tratando de explicar)
Ma, pero es que….
Mi madre colgó antes de terminar de hablar
miércoles, 17 de diciembre de 2008
Un tipo de película
Cuando era niña siempre hablaba con mi mejor amiga de la infancia –Titi- sobre nuestro hombre ideal. Ella se enfocaba más en el aspecto físico y en el amor, él tenía que amarla más a ella que al revés. Por mi parte yo era un poco más exigente, no me importaba tanto el físico, pero quería que fuese inteligente, atento y sobre todo detallista. Quería que estuviese pendiente de todo lo que me gustaba y de todo lo que no me gustaba, que fuese romántico, pero sobre detallista.
Con el pasar de los años, me tocó mudarme a una ciudad más grande para empezar la carrera que quería estudiar y conocí a un hombre que encajaba perfectamente en lo que yo creía debía ser el novio perfecto para mí.
Carmelo y yo –Sí, se llamaba Carmelo- nos conocimos en una reunión que habían organizado unos amigos de la universidad en la que él estaba porque conocía a uno de los asistentes de la parranda, ese fue nuestro primer encuentro. De inmediato me di cuenta que yo le gustaba y a mí él me parecía todo un galán. Me invitó a bailar y pasó la prueba, bailaba divino. Nos divertimos un montón, pero cuando terminó la noche observé que él no me había pedido el teléfono y tuve la impresión de que quizá me había equivocado y yo simplemente le parecía simpática.
El día después de la fiesta en la que nos conocimos, recibí una llamada en mi celular y sorpresa ¡Era Carmelo! Había averiguado mi número telefónico. Me invitó a comer y me negué con la excusa de que estaba con unas amigas en mi apto y no las iba a despachar, a lo que él respondió: Tranquila yo llevo la comida a tu casa. Acepté y colgué. Segundos después me di cuenta que él no sabía mi dirección. Me sorprendió que no me hubiese llamado con voz de desorientado diciéndome: Eh, no sé dónde vives. 20 minutos después de haber hablado con él me di cuenta porqué no lo había hecho. YA LA HABÍA AVERIGUADO.
En lugar de preocuparme esa situación, la encontré genial ¡Justo lo que quería, un hombre detallista! Demás está decir que esa noche comimos junto a mis amigas y la pasamos bastante bien, de hecho se ofreció a llevar a una de ellas a su casa para que yo no tuviese que salir de noche por esta ciudad tan peligrosa – él era corredor de seguros y conocía las probabilidades de qué un caucho se espichara a la una de la mañana cerca de un barrio súper peligroso-. Otra señal que no ví
lunes, 15 de diciembre de 2008
Hablemos en serio
¡Ya basta! No soporto ver en todas las novelas venezolanas la figura del galán perfecto, no hablo sólo del físico, me refiero a las palabras que dicen y las cosas que hacen. No quiero sonar como una feminista estúpida que no cree en los hombres ni en el amor, porque no es así. Lo que me molesta es que quieran vender la imagen del hombre perfectísimo que se enamora de la niña buena en el primer capítulo y ya en el tercero le está diciendo lo mucho que la ama y cómo ella le ha cambiado la vida.
Sé que la realidad hay que maquillarla porque esas novelas son un elemento distractor para todas las amas de casa que, frustradas porque sus maridos no son ni la mitad de atractivos ni la mitad de caballeros que los de la mentada novela, viven sus fantasías a través de la protagonista, que además de hermosa es más buena que el pan y que enamoró al galán solamente con decirle Hola, al mejor estilo Jerry Mcguire.
Desde mi muy escasa experiencia amorosa –digamos 3 novios legales- puedo asegurar que ninguno me dijo que me amaba en nuestro segundo encuentro –el equivalente al tercer capítulo del culebrón-, no porque no lo merezca sino porque aún no veía venir esa posibilidad. Lo más cercano a futuro que podía ver el muchacho en cuestión era a mí metiéndome en su cama y que por no lograrlo tuvo que insistir y bueno terminó enamorándose.
Es que acaso no se dan cuenta que esas frases prefabricadas y esas actuaciones “románticas” ejecutadas por el protagonista para robar el corazón de la bella damisela, hacen cada vez más difíciles las relaciones de pareja ¿Por qué? Porque en lo más secreto la mayoría espera que el hombre de sus sueños -lo que ya es terrible- actúe como el galán venezolano, es decir que se acuerde de todas las fechas especiales, que le regale un carro nuevo cuando se conviertan en novios formales y que le pida la mano con un anillo de oro blanco y un diamante de 30000000 kilates. Y por su parte se despierta un sentimiento de frustración en los hombres, quienes se ven forzados a mentir sólo para tener una noche de sexo y sufren la desgracia de escucharnos llorar porque no se acordaron del primer aniversario de nuestra primera lluvia juntas, que no es lo misma que la primera vez que nos bañamos juntos bajo la lluvia.
Hablemos en serio, estas historias están haciéndonos daño.