miércoles, 17 de diciembre de 2008

Un tipo de película

Cuando era niña siempre hablaba con mi mejor amiga de la infancia –Titi- sobre nuestro hombre ideal. Ella se enfocaba más en el aspecto físico y en el amor, él tenía que amarla más a ella que al revés. Por mi parte yo era un poco más exigente, no me importaba tanto el físico, pero quería que fuese inteligente, atento y sobre todo detallista. Quería que estuviese pendiente de todo lo que me gustaba y de todo lo que no me gustaba, que fuese romántico, pero sobre detallista.

Con el pasar de los años, me tocó mudarme a una ciudad más grande para empezar la carrera que quería estudiar y conocí a un hombre que encajaba perfectamente en lo que yo creía debía ser el novio perfecto para mí.

Carmelo y yo –Sí, se llamaba Carmelo- nos conocimos en una reunión que habían organizado unos amigos de la universidad en la que él estaba porque conocía a uno de los asistentes de la parranda, ese fue nuestro primer encuentro. De inmediato me di cuenta que yo le gustaba y a mí él me parecía todo un galán. Me invitó a bailar y pasó la prueba, bailaba divino. Nos divertimos un montón, pero cuando terminó la noche observé que él no me había pedido el teléfono y tuve la impresión de que quizá me había equivocado y yo simplemente le parecía simpática.

El día después de la fiesta en la que nos conocimos, recibí una llamada en mi celular y sorpresa ¡Era Carmelo! Había averiguado mi número telefónico. Me invitó a comer y me negué con la excusa de que estaba con unas amigas en mi apto y no las iba a despachar, a lo que él respondió: Tranquila yo llevo la comida a tu casa. Acepté y colgué. Segundos después me di cuenta que él no sabía mi dirección. Me sorprendió que no me hubiese llamado con voz de desorientado diciéndome: Eh, no sé dónde vives. 20 minutos después de haber hablado con él me di cuenta porqué no lo había hecho. YA LA HABÍA AVERIGUADO.

En lugar de preocuparme esa situación, la encontré genial ¡Justo lo que quería, un hombre detallista! Demás está decir que esa noche comimos junto a mis amigas y la pasamos bastante bien, de hecho se ofreció a llevar a una de ellas a su casa para que yo no tuviese que salir de noche por esta ciudad tan peligrosa – él era corredor de seguros y conocía las probabilidades de qué un caucho se espichara a la una de la mañana cerca de un barrio súper peligroso-. Otra señal que no ví

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